CUADRO COMPLETO CON LOS PLANTEAMIENTOS DE LOS AUTORES


¿Qué dice cada autor referente a cada aspecto?


Cada uno de ellos resalta la inigualable belleza natural que tiene Colombia, cuyas cualidades han condicionado una serie de problemáticas sociales debido a la mala distribución de esas grandes riquezas de las que muy pocos Colombianos en verdad disfrutamos, los autores señalan que  a pesar de nuestra buena posición geográfica nos desgastamos en nimiedades que distraen el disfrute de vivir como buenos hermanos  en una sociedad justa, igualitaria, en paz; todos los autores coinciden en que necesitamos pasar la página de la guerra,  transformar el país para que podamos lograr el progreso que tanto necesitamos  y sobretodo trascender hacia un Estado que en verdad sea humano y democrático. 


AUTOR
EDUCACIÓN CIENCIA
ESTADO
(gobierno, sistema de justicia, ejército, servicios)
PAÍS
Geografía
NACIÓN
La gente
EXPRESIONES CULTURALES
GABRIEL GARCIA MARQUEZ
Los mestizos estaban descalificados para ingresar en colegios y seminarios.
Hasta hace pocos años no se aceptaban todavía en los colegios de Colombia a los hijos de uniones libres. Los negros, Iguales en la ley, padecen todavía de muchas discriminaciones, además de las propias de la pobreza.
Los libertadores trataron de abrirlas a los nuevos vientos de Inglaterra y Francia, a las doctrinas jurídicas y éticas de Bentham, a la educación de Lancaster, al aprendizaje de las lenguas, a la popularización de las ciencias y las artes, nuestra educación conformista y represiva parece concebida para que los niños se adapten por la fuerza a un país que no fue pensado para ellos, en lugar de poner el país al alcance de ellos para que lo transformen y engrandezcan.
Aunque somos precursores de las ciencias en América, seguimos viendo a los científicos en su estado medieval de brujos herméticos.
La Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo no ha pretendido una respuesta, pero ha querido diseñar una carta de navegación que tal vez ayude a encontrarla.

Nuestra educación conformista y represiva parece concebida para que los niños se adapten por
la fuerza a un país que no fue pensado para ellos, en lugar de poner el país al alcance de ellos para que lo
transformen y engrandezcan. Semejante despropósito restringe la creatividad y la intuición congénitas, y
contrataría la imaginación, la clarividencia precoz y la sabiduría del corazón, hasta que los niños olviden lo
que sin duda saben de nacimiento: que la realidad no termina donde dicen los textos, que su concepción del
mundo es más acorde con la naturaleza que la de los adultos, y que la vida sería más larga y feliz si cada
quien pudiera trabajar en lo que le gusta, y sólo en eso.

Noción de un país centralista y burocratizado.
Los mestizos estaban descalificados para ciertos cargos de mando y gobierno. Somos fanáticos del legalismo, pero llevamos bien despierto en el alma un leguleyo de mano maestra para burlar las leyes sin violarlas, o para violarlas sin castigo.

Conscientes de que ningún gobierno será capaz de complacer esta ansiedad, hemos terminado
por ser incrédulos, abstencionistas e ingobernables, y de un individualismo solitario por el que cada uno de
nosotros piensa que sólo depende de sí mismo. Razones de sobra para seguir preguntándonos quiénes somos,
y cuál es la cara con que queremos ser reconocidos en el tercer milenio.
Colombia, el lugar en este mundo que recibió una pútrida herencia colonial que consiste en haber construido un país de puertas cerradas, clausurado del mundo, lejos de las leyes de democratización y del desarrollo social, y ese no es el único problema, ni siquiera el más importante, lo peor es que somos conscientes de nuestros desarreglos, pero nos preocupamos más por acabar con los pequeños   inconvenientes mientras las causas de fondo son evadidas o tapadas con curitas mientras el pueblo se muere por la enfermedad de la eterna ignorancia.
En la esquina de los dos grandes océanos, se extendían cuarenta mil lenguas cuadradas que Colon entrevió en su cuarto viaje y que lleva por nombre Colombia.
Amamos a los perros, tapizamos de rosas el mundo, morimos de amor por la patria,
pero ignoramos la desaparición de seis especiales animales cada hora del día y de   la noche por la devastación criminal de los bosques tropicales, y nosotros mismos hemos destruido sin remedio uno de los grandes ríos del planeta.
La víspera de su
llegada, antes de oír el vuelo de las primeras aves en la oscuridad del océano, había percibido en el viento
una fragancia de flores de la tierra que le pareció la cosa más dulce del mundo. En su diario de a bordo
escribió que los nativos los recibieron en la playa como sus madres los parieron, que eran hermosos y de
buena índole, y tan cándidos de natura, que cambiaban cuanto tenían por collares de colores y sonajas de
latón. Pero su corazón perdió los estribos cuando descubrió que sus narigueras eran de oro, al igual que las
pulseras, los collares, los aretes y las tobilleras; que tenían campanas de oro para jugar, y que algunos
ocultaban sus vergüenzas con una cápsula de oro.

Los incas con diez millones de habitantes tenían un estado legendario bien constituido.
Vivian como iguales en las diferencias.
  Tenemos en el mismo corazón la misma cantidad de rencor político y de olvido histórico. Seguimos siendo en esencia la misma sociedad excluyente, formalista y ensimismada de la Colonia.
En el país menos pensado
puede encontrarse a la vuelta de una esquina la reproducción en vivo de un rincón cualquiera de Colombia: la
plaza de árboles polvorientos todavía con las guirnaldas de papel del último viernes fragoroso, la fonda con
el nombre del pueblo inolvidado y los aromas desgarradores de la cocina de mamá, la escuela 20 de julio
junto a la cantina 7 de agosto con la música para llorar por la novia que nunca fue.
El oro y las piedras preciosas no tenían para ellos un valor de cambio sino un poder cosmológico y artístico.
  Dos dones naturales nos han ayudado a sortear ese sino funesto, a suplir los vacíos de nuestra condición cultural y social, y a buscar a tientas nuestra Identidad. Uno es el don de la creatividad, expresión superior de la inteligencia humana.
A todos los descaminaron con la fábula de El Dorado mítico que una vez al año se sumergía en su laguna sagrada con el cuerpo empolvado de oro.
Han asimilado las costumbres y las lenguas de otros como las propias, pero nunca han podido
Sacudiese del corazón las cenizas de la nostalgia, y no pierden ocasión de expresarle con toda clase de actos patrióticos para exaltar lo que añoran de la tierra distante, inclusive sus defectos.
Destruirnos a los ídolos con la misma pasión con que los creamos. Somos intuitivos, autodidactas espontáneos y rápidos, y trabajadores encarnizados, pero nos enloquece la sola idea del dinero fácil.

Somos intuitivos, autodidactas espontáneos y rápidos, y trabajadores
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encarnizados, pero nos enloquece la sola idea del dinero fácil. Tenemos en el mismo corazón la misma
cantidad de rencor político y de olvido histórico. Un éxito resonante o una derrota deportiva pueden
costarnos tantos muertos como un desastre aéreo. Por la misma causa somos una sociedad sentimental en la
que prima el gesto sobre la reflexión, el ímpetu sobre la razón, el calor humano sobre la desconfianza.
Tenemos un amor casi irracional por la vida, pero nos matamos unos a otros por las ansias de vivir.
WILLIAM OSPINA
La república conservadora.
prohibió la
lectura libre durante buena parte del siglo, educó al país en el racismo, la intolerancia con las
ideas distintas, la mezquindad como estilo de vida y el irrespeto por los derechos de los
Ciudadanos.
Durante mucho tiempo el modelo escolar estaba hecho para reproducir unas
cuantas verdades eternas: que había unas metrópolis a las que había que imitar en todo; que la
Iglesia católica era el único credo, fuera del cual no hay salvación; que el matrimonio por la
Iglesia era la única fuente de legitimidad social; que Colombia era un país blanco, católico, de origen europeo.
El lenguaje fue pues utilizado inicialmente para unir al país a través de la ortodoxia clerical y la descalificación de toda disidencia.

El tema tratado por William es la crisis social presente en el país. Colombia es hoy el país con mayor índice de criminalidad en el planeta, y la inseguridad va convirtiendo sus calles en tierra de nadie. La visible pasividad de la sociedad colombiana alarma a los visitantes. Por qué no se ve una lucha en busca de sus derechos
William reconfirma lo que ya tratamos en clase por medio de varios ejemplos que nos demuestran una vez más que somos una copia de las supuestas elites, y procuramos alcanzarlas algún día, como la lengua o la religión que nos ha causado tanto daño.
En Colombia en los años setenta se ahogaron los reclamos de los estudiantes por una educación moderna, adecuada a la realidad de su país y que dialogara orgullosa-mente con el mundo. Así se postergó siempre la gran revolución de la educación que permitiera a las nuevas generaciones formarse una idea más compleja del país al que pertenecían y ser el nuevo puente con la realidad planetaria
Al período que va de 1880 a 1930 lo llamamos en Colombia la república conservadora.
Corresponde a la Constitución centralista de 1886 y tuvo comienzo con el gobierno de la
Regeneración,
¿Qué hizo a los dirigentes tan mezquinos y tan capaces de despreciar al pueblo? Seguramente
la convicción colonial de que les había tocado administrar un país de tercera categoría, el dolor
de no haber nacido en España o en Francia o en los Estados Unidos; tener que resignarse a derivar su riqueza de este suelo y a convivir con lo que siempre llamaron “un país de cafres”. Pero si de
ellos dependía que Colombia tuviera obras públicas, espacios bellos, fuentes, parques,
Monumentos, sitios de la memoria, redes ferroviarias, agricultura, industria, ¿por qué se dedicaban a venerar los lugares lejanos y a envidiar sus excelencias en vez de hacer a su turno, como lo hicieron otros países del continente, ciudades hermosas y obras admirables?.
Quiere señalar que en nuestra historia cada guerra parece haber correspondido a una riqueza particular: al oro, a las perlas, a las esmeraldas, al café, al caucho, a la marihuana, a la coca. Incluso a veces a riquezas fantásticas como la canela, a riquezas potenciales como el canal interoceánico, a riquezas infames como la esclavitud. Y ello parece también presagiar tristemente que toda nueva riqueza o toda riqueza que responda a nuevas necesidades, podría dar pie entre nosotros a nuevas violencias, a nuevas guerras. Ello nos hace pensar y temer que la biodiversidad, la gran riqueza del futuro, y el santuario de los páramos colombianos, puedan suspender sobre nuestro porvenir la amenaza de las guerras de la biología, de las guerras del agua, cada vez más escasa en el planeta.
No es que nuestras riquezas tengan que producir fatalmente guerras, sino que esa abundancia, unida a una crónica debilidad del Estado y a las discordias de la sociedad, no le permiten a un país tener la fortaleza para defenderlas ni el acuerdo para compartirlas y aprovecharlas.
Es un fenómeno que podemos advertir en la mezquindad de los espacios públicos. Cuando uno
visita Francia o España, Brasil o Argentina, lo primero que advierte es la enormidad y el
refinamiento de los espacios hechos para el disfrute de la comunidad: un parque como el de El Retiro en Madrid, espacios como la explanada de los Inválidos en París, como las fuentes de Trocadero ante la torre Eiffel y los sucesivos campos de Marte, espacios como las orillas del río
o el Jardín de Luxemburgo muestran a sociedades donde el ciudadano es considerado el principal
Destinatario de la inversión pública; donde el descanso, la recreación, los encuentros de la comunidad son parte principal de la agenda de gobierno y de las obras públicas.
Uno ve los parques inmensos llenos de obras de arte, los museos, los palacios de justicia, los
panteones, los sistemas de transporte, y tiende a decirse que claro, todo eso es posible porque
Francia es extensa y rica. Pero después uno reflexiona sobre el tema y recuerda que Francia es
un país con la mitad del territorio de Colombia, y que en Colombia los parques son diminutos o
inaccesibles, las perspectivas urbanas, mezquinas, las zonas practicables para la comunidad
carecen de diseño, de grandeza y de espíritu, hasta el punto de que recién en las últimas décadas han empezado a verse tímidamente espacios como el parque Simón Bolívar en Bogotá, donde se realizan a veces eventos masivos.

En el país más mestizo del continente, donde las uniones maritales se daban de hecho entre gentes
de todas las razas, no hubo nada más perseguido que el amor libre y nada más discriminado que
los hijos de uniones no bendecidas por la Iglesia
Uno ve los parques inmensos llenos de obras de arte, los museos, los palacios de justicia, los
panteones, los sistemas de transporte, y tiende a decirse que claro, todo eso es posible porque
Francia es extensa y rica.
en las últimas décadas
Han empezado a verse tímidamente espacios como el parque Simón Bolívar en Bogotá, donde se realizan a veces eventos masivos.  Colombia posee, según es fama, la mayor diversidad de pájaros del mundo. Verdad es que grandes poderes externos estuvieron interesados desde siempre en mantener nuestra economía en condiciones desventajosas.
HECTOR ABAD FACIOLINCE
Si tomamos el término “cultura” en su más amplia acepción antropológica, llegamos a
una especie de círculo vicioso muy parecido a la tautología: cultura es todo aquello que
producen los seres humanos y los seres humanos son esos entes biológicos que
Producen cultura.
La “cultura es todo aquello que producen los seres humanos y los seres humanos son esos entes biológicos que producen cultura”. Esta conceptualización no   debería generar problema en los ambientes “académicos e ilustrados”. Pero en las clases populares hay dos formas de ver la cultura y no pueden ser desconocidas. Los primeros relacionan la cultura con la moda o los gustos de   la gente “adinerada, estudiada e influyente”.
No será “el pueblo”, mediante voto directo o por medio de
Encuestas, el que definirá qué es la cultura.
Cultura puede
ser cualquier cosa, pero los gobiernos deciden, según inclinaciones sociales, políticas
e ideológicas, qué tipo de manifestaciones culturales serán apoyadas.
En Colombia las políticas públicas en cultura están mediadas por las emociones y las tendencias de quienes de ellas se encargan, así como de un afán de normativizar una manifestación cultural que nos cobije a todos, que haga el ruido suficiente para avivar la pasión popular, como lo hace el vallenato por ejemplo. Y así entonces el manejo del presupuesto parece responder más a las pasiones de las mayorías, a la cultura de la rumba y del baile, lo que no está mal del todo pero si carece de fondo, de elaboración, de ese toque intelectual que hace grandes a los seres humanos, y así mediado por los índices de popularidad se toman decisiones importantes respecto a la cultura y al apoyo que a esta sede, no importando nada más que ese elemento pasional que mueve las masas.
Si en cambio Itagüí y Riosucio no entran en
la muestra, podríamos hallar que pocas personas en Colombia se interesan por estas dos manifestaciones culturales.
El “Encuentro de la palabra” o el “Día de la pereza”, y entre los municipios
Encuestados están Riosucio o Itagüí, encontraríamos un porcentaje muy alto de la población interesado en el verbo y el ocio. Si en cambio Itagüí y Riosucio no entran en la muestra, podríamos hallar que pocas personas en Colombia se interesan por estas dos manifestaciones culturales.
Se anunció la “costeñización” de la cultura colombiana, gracias a la
marcada predilección de los colombianos por el baile, el vallenato, la barranquillera
Shakira, los samarios Carlos Vives y Carlos Valderrama, el caribeño Gabriel García
Márquez y el cartagenero Reinado Nacional de la Belleza.

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